Navi

Cuando Navi se despertó esta mañana, nunca pensó que terminaría perseguido por la Oscuridad misma.

Navi, un joven hechicero, estaba visitando una pequeña aldea del norte para comprar unas hierbas y buscar un objeto muy especial y valioso por encargo de su maestro.
El hechicero vestía con una capa con capucha azul oscura que le cubría la mitad de la cara, característico de los hechiceros, haciendo que sólo se viera su nariz y mentón.
Caminaba por el mercado repleto de gente vendiendo y comprando. El ruido de ofertas se escuchaba hasta la plaza. Había puestos de frutas, verduras, carnes, textiles, mascotas exóticas, joyas, hierbas medicinales y mucho más.
Se detuvo frente al puesto de hierbas medicinales a negociar con el vendedor por unas raíces y le entregó al señor las monedas para seguir caminando.
Llegó cerca de un pasaje oscuro, miró alrededor discretamente, y entró por el.
Caminando por los pasillos aceleró el paso, sin dejar de mirar sobre su hombro o arriba en los tejados de vez en cuando. Viraba hacia la derecha e izquierda continuamente hasta que se detuvo frente a una pequeña puerta de madera. Miró una vez más hacia su alrededor y tocó 4 veces.
A los pocos momentos se abrió un poco la puerta, dejando ver solo la cara de un hombre bajo, gordo viejo y calvo con cara de pocos amigos.
Navi mostró un medallón dorado que colgaba oculto debajo de su camisa al señor y éste lo dejo pasar con un gesto de su cabeza.
Dentro de la vivienda estaba repleto con pergaminos estirados sobre mesas y el piso y libros amontonados contra las paredes, haciendo difícil el paso por la habitación.
El viejo caminó hasta el fondo de la habitación, desapareciendo entre la pila de libros y al rato regresó con un bolsito de cuero amarrado con una delgada cuerda. Estiró el brazo, dando la impresión de que se tratara de algo tóxico, y Navi tomo el bolsito. El joven abrió la cuerda e inspeccionó su contenido. Se podía ver un resplandor azul que salía del bolsito, haciendo que su cara se iluminara un poco. Dentro se veía una joya ovalada de color zafiro amarrada a una pequeña cadenita plateada que servía de collar.
Satisfecho, Navi cerró el bolsito y se lo guardó dentro de su capa, le agradeció al hombre con unas monedas y se marchó por la puerta.

El hechicero llegó deprisa a las afueras de la aldea, donde lo esperaba su montura, un magnífico unicornio, blanco como la nieve, llamada Kalani.
Se montó en Kalani y partió deprisa rumbo a las montañas que las tenía que cruzar, por ser el paso más seguro contra ladrones y criaturas peligrosas, aunque el más largo, por los barrancos y la espesa nieve.
Ya casi anochecía cuando estaba pasando por la montaña, cuando de repente el frío se hizo más intenso y una espesa negrura cayó sobre Navi y Kalani. Se detuvieron y Navi miró hacia el cielo, extrañado por tan repentina nebulosidad. Fue ahí cuando se escuchó a lo lejos entre las montañas un rugido estremecedor.
A Navi se le formó una cara de espanto y sorpresa y apuró a Kalani para que corriera a toda velocidad.
A medida que avanzaba se podía ver que detrás de él, entre las montañas, se movía como el humo con movimientos erráticos una enorme sombra que se acercaba cada vez más hacia Navi.
La sombra tomó velocidad bajando por la montaña, pegó un salto y cayó como lava ardiente esparciéndose por el suelo muy cerca de Navi y Kalani. Se veía que la sombra se espesaba y tomaba una forma, aparecieron 4 patas con garras y una cabeza con pico afilado y unos ojos de color carmesí intenso, que parecía que te perforara el alma.
Se trataba de Hakkan, un demonio de tinieblas muy antiguo que fue accidentalmente despertado.
Aterrado, el hechicero apresuró aun más el paso de su unicornio para tratar de perderlo de vista.
Él sabía que el demonio estaba en busca del zafiro, pues la joya está constantemente emitiendo un aura mágica y que probablemente el demonio quisiera fusionarse con la joya para obtener más poder. Pero el hechicero podía usar el poder del zafiro para distraer lo suficiente al demonio y poder escapar, pues derrotar a Hakkan era algo imposible.
Navi sacó apresuradamente  el zafiro del bolsito de cuero y lo sostuvo de la cadena de plata, haciendo que la joya dejara una estela azul a su paso. Rápidamente miró hacia atrás fijamente al demonio, levantó el brazo donde sostenía la joya y ésta comenzó a brillar hasta iluminar el lugar completo con una luz cegadora. El demonio se detuvo en seco y aulló de dolor por la intensa luz y Navi aprovechó ese momento para escapar.

Navi llegó corriendo hacia el despacho de su maestro, quien se encontraba sentado detrás de su escritorio repleto de pergaminos, escribiendo con una pluma negra. Su aspecto era muy anciano, con barba larga y canosa, vestía con la misma capa azul oscuro que Navi, pero con la diferencia que tenía un borde dorado, señal de su autoridad sobre los demás hechiceros. Y portaba unos anteojos circulares pequeños.

Su maestro levantó la mirada hacia su pupilo alarmado y le preguntó

- ¿Navi? ¿Por qué vienes tan alterado? ¿Qué ha ocurrido? -

En lo que Navi responde con voz agitada y forzada

– ¡Es Hakkan, maestro! Lo vi en las montañas. Me persiguió, pero logré distraerlo por un momento, aunque me temo que ya vio el zafiro. Puede que esté en camino, señor. –
Al anciano se le abren los ojos a más no poder, sin poder creer lo que su discípulo le estaba diciendo. Saliendo de su estupor, se levanta rápidamente de su asiento y se dirige a Navi

- ¿Tienes el zafiro? -

El joven asiente con la cabeza en señal de afirmación.

- Bien. Déjalo junto a los otros. Yo daré la alarma en el refugio. Hakkan no debe poseer el zafiro o alguno de los otros. ¡Sería un desastre!-

- Si, señor. -

El anciano sale apresuradamente de su despacho, cerrando la puerta con fuerza. Navi saca de inmediato el zafiro de la bolsita de cuero y se dirige a una mesa a su derecha, donde se encontraba un pequeño cofre. El hechicero saca su medallón que cuelga de su cuello y lo acerca a la ranura del cofre, haciendo que suene un leve "click". Navi abre el cofre y en él se encuentran otros dos zafiros idénticos al que tiene en su mano. Lo coloca junto a los dos, cierra el cofre y sale del despacho.

Agotado, Navi avanza por los pasillos del refugio hacia su habitación.
Se quitó la capa y se desplomó de espalda sobre su cama. Cerró los ojos un momento y en cuanto los abrió nuevamente, su cara se llena de terror.
En el techo había dos ojos de color carmesí intenso que lo miraban fijamente.